jueves, 25 de septiembre de 2008

Bienvenida nueva etapa

Hoy comencé a tomar conciencia de que mi vida esta cambiando antes de que yo me de cuenta.En estos últimos dos días tuve que tomar más decisiones que en los últimos dos años.
Siempre me dieron pánico los retos a largo plazo, simplemente porque me fastidia estar atado a la rutina.
Desde a partir del lunes empiezo la universidad (¡finalmente!) y, por más que, meses atrás, fuese mi meta me molesta el hecho de saber, que en realidad, tengo las manos vacías. Es por eso que no me gusta inculcarme metas o plantearme ningún tipo de objetivo psicológico, porque cada vez que lo alcanzo la sensación no es tan gratificante como me esperaba.
Añoro aquel tiempo donde ignoraba completamente todo lo ajeno a mí mirándolo desde otra perspectiva. Intenté recuperar esos días, pero no me salió nada bien.
Me flagelo por haber intentado arrastrar el pasado hasta el día de hoy. Aceptar los cambios para mi significa tener, por un par de días, una especie de batalla naval en mi cerebro entre todo aquello que no quiero dejar atrás y aquello que quisiera vomitar.
Me pierdo y me quedo inmóvil ilusionándome con que todo esta en el mismo lugar que antes.
En su misma posición.
Tal vez si están ahí, pero ya no las reconozco. O no me reconozco.
El tiempo nos va a sentenciar a nosotros también.
Cambiaremos perfume, número, peinado, amigos, ciudades... y podremos, incluso, creernos personas nuevas. Pero no se preocupen, yo voy a dejar que suceda quedándome como era antes. Ilusionándome distinto, pero solo delante de los demás.
Me pierdo. Y mientas me pierdo desaparezco. Es por esto que no me preocupo en gritar mis razones ni esconder las pruebas que me delatan.
Me quedé sentado esperando y se pasó un verano, y con el un pedazo de ilusión.
Pienso y espero. Espero pensando y, en conclusión, me pregunto, ¿Por qué tengo una relación traumática con los cambios?

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